viernes, 31 de agosto de 2012

NOVENA SEMANA EN ÁFRICA


Lunes 20 – 08 – 2012  

Hoy es feriado nacional en Kenya ¿Por qué? Porque se celebra el Eid al Fitr, día que conmemora el fin del largo ayuno del Ramadán, período durante el cual los musulmanes en todo el mundo realizan un ayuno diario desde antes del alba hasta la puesta del sol, tomando su primera comida al acercarse la oración del anochecer. El objetivo es enseñar a los musulmanes la paciencia y la humildad, así como también recordarles lo afortunados que son y hacer hincapié en la ayuda al necesitado y aquellos con menos suerte.

Como se trata de un día festivo musulmán tengo dudas con respecto a si debo o no ir a trabajar. Estoy comenzando a trazar las primeras líneas de lo que será un proyecto enfocado en la prevención de la malaria, una de las principales enfermedades que afectan a la población de Rota y había planificado una reunión con la encargada a nivel de la comunidad de llevar los registros con respecto a esta materia. Luego de un par de llamadas me confirman que el dispensario no funcionará ya que se trata de un feriado nacional así que me quedo en casa.

Toda la mañana me lo paso limpiando la casa nueva. Cuando ya son las cinco de la tarde mi habitación está lista para poder pasar mi primera noche aquí ¡Que emoción!

Mi cama nueva en la casa nueva  :)

Martes 21 – 08 – 2012  

Comienza una nueva semana de trabajo y se trata de una semana más corta gracias al descanso del día anterior. En Rota me espera una reunión con la persona encargada de entregarme toda la información estadística en relación a la malaria, que corresponde a la principal causa de morbilidad y mortalidad en Kenya.

La malaria es una enfermedad provocada por un parásito que se transmite persona a persona por los mosquitos. Es muy común durante la temporada de lluvias y el grupo más vulnerable a contraer la infección son las mujeres embarazadas y los niños menores de cinco años de edad. La malaria mata a miles de personas cada día en África, pero a diferencia de muchas otras enfermedades graves, es prevenible y tratable, por lo que todas las muertes que ocasiona son totalmente innecesarias. Por todo esto he tomado la decisión de organizar varias reuniones con la comunidad para ver qué sucede a nivel local.

Los mosquiteros son la medida más simple y eficaz de prevenir la malaria.
La reunión de hoy toma toda la mañana y cuando concluye me siento satisfecho de los datos que he obtenido porque me confirman mis sospechas. En Rota el problema se encuentra lejos de estar bajo control y son necesarias nuevas estrategias para mejorar la realidad actual. 

Miércoles 22 – 08 – 2012  

Hoy el calor es sofocante y bajo el sol de la mañana el sudor de mi piel se evapora y los cuarenta minutos caminando hacia Rota se hacen eternos. 

En el dispensario es otro día más y como cada Miércoles las madres con sus pequeños esperan para ser evaluados en el Programa de Nutrición. Durante la mañana aparece Christine y aunque ella no se muestra muy contenta de verme, yo no puedo ocultar mi alegría cuando compruebo que de acuerdo a su peso y a su talla ya no se encuentra severamente desnutrida y que hay que cambiar el suplemento y espaciar los controles ¡Qué alegría! La madre está feliz porque eso significa que su hija está mejorando y que ya no deberá caminar los cinco kilómetros para llegar hasta Rota todas las semanas.

Cuando ya los pacientes se han marchado me doy cuenta de que es muy tarde y afuera el sol está en lo alto esperando a que comience mi camino de vuelta a la ciudad para rodearme con su sofocante resplandor  ¡Que calor! Comienzo a preparar mi bolso para marcharme cuando aparece un jeep de USAID que viene a dejar suplementos para el Programa de Nutrición y mientras ayudo a bajar las cajas y almacenarlas en la farmacia el chofer llamado Phillip me pegunta “¿Necesitas que te llevemos a alguna parte? Voy a la ciudad” y la sola idea de volver a caminar otros cuarenta minutos  bajo el sol es demasiado insoportable y acepto sin pensarlo dos veces.

Mientras hacemos el viaje por los caminos de Rota  le pregunto a Phillip “¿Qué modelo es este vehículo?” y al parecer se muestra particularmente entusiasta por mi interés en los automóviles y no tiene la menor idea de que se trata de una pregunta de cortesía porque ni siquiera se manejar “Este es un Jeep Willy. El modelo es CJ3B y fue fabricado el año 1964 para la armada de los Estados Unidos” me cuenta y mientras me explica cómo se maneja puedo entender mejor aquella fascinación de mi hermano Juan Cristóbal con estos vehículos ¡Realmente es toda una joya!  

Willy CJ3B
Phillip me deja en el centro de Kisumu y desde ahí me voy a Roof Top dónde paso el resto de la tarde aprovechando internet. Cuando ya se hace tarde vuelvo a casa y me doy cuenta de que el baño tiene una filtración y el suelo está  cubierto de agua así que llamo a Shahiz y queda en conseguir alguien que venga mañana a arreglar el problema.

Jueves 23 – 08 – 2012 

Es un nuevo día en el KDH y la ronda clínica no ha comenzado. Los alumnos en práctica para oficial clínico aún no llegan y la razón por la cual nadie parece tener prisa esta mañana es porque la pediatra se encuentra en Nairobi asistiendo a un congreso y por el momento somos sólo Rachel Moindi y yo.

Rachel es la única alumna en práctica para médico en el Ward 2 y en unas semanas más seremos colegas. Siempre llega temprano al hospital. Tiene tan sólo 24 años, pero pese a ser muy joven es muy inteligente y conoce bien las enfermedades más prevalentes así que me siento seguro de tenerla conmigo ahora que la pediatra está ausente.

En África, muchos países tienen una escasez de médicos. Las zonas rurales son las más afectadas, ya que los profesionales se concentran, en su mayoría en las zonas urbanas. Es por esta razón que el sistema de salud del país creó los oficiales clínicos, como una estrategia para aliviar temporalmente este problema. Sin embargo, lo que comenzó siendo una medida temporal fue adquiriendo un carácter más permanente y hoy son el pilar en el que se sustenta la asistencia sanitaria. ¿Qué diferencia existe entre oficiales clínicos y médicos? La respuesta está en la formación. Los oficiales clínicos, luego de un breve paso por la universidad, tienen una práctica que dura un año. Esto no impide que dentro de las funciones que desempeñan estén muchas de las tareas que habitualmente son responsabilidad médica como el diagnóstico, tratamiento y prescripción de medicamentos. Los beneficios percibidos por el país a partir del uso de los oficiales clínicos en comparación con el de los médicos está en el reducido costo de la formación y del pago de salarios. Actualmente otros países de la región han adoptado esta estrategia y hoy existen oficiales clínicos en Uganda, Tanzania, Sudán y Etiopía por nombrar sólo algunos.

En la primera sala suelen estar siempre los casos más complicados y por esa razón busco a Kevin con la mirada pero no logro encontrarlo“¿Buscas a Kevin? Falleció ayer en la madrugada” me dice Rachel y mientras poco a poco van apareciendo los alumnos en práctica para oficiales clínicos y la indiferencia frente a la muerte se estampa en sus rostros una ola de impotencia recorre mi cuerpo. ¿Cómo el pilar de la salud de un país entero está en manos de estas personas? Intento recordar que los prejuicios sólo contribuyen a obstaculizar mi propósito de ayudar y aprender. Luego de unos minutos me vuelvo a incorporar al grupo para continuar con la ronda clínica.

En la segunda sala del Ward 2 hay una cama dónde dos hermanos duermen juntos. Se trata de los gemelos Vincent y Stanley que están hospitalizados hace seis días porque padecen de anemia falciforme, un tipo de anemia muy común en África. Los gemelos necesitan transfusión de sangre urgente pero el banco de sangre del hospital se ha quedado sin unidades porque la máquina de refrigeración se ha averiado y la pequeña cantidad que tienen vienen desde Nairobi. Para empeorar las cosas, el grupo sanguíneo de los pequeños es O RH (-) el tipo de sangre más difícil de conseguir y sólo queda una unidad disponible en el KDH. La madre deberá escoger entre Vincent y Stanley. Hoy en la tarde, uno de los dos gemelos recibirá la sangre mientras que el otro deberá seguir esperando.

Cada día que paso en el KDH me doy cuenta de que las circunstancias ponen a prueba mi manera de ver la vida y la llevan a límites inexplorados. Vuelvo a casa con el rostro de Kevin en mi mente y me pregunto ¿Qué es lo que tienen los niños de África que a pesar de todo nunca dejan de sonreír? Porque no importa cuanta miseria rodea sus frágiles existencias, siempre hay una sonrisa colgando de sus diminutos rostros.

Viernes 24 – 08 – 2012 

Nuevamente me encuentro en el hospital. Pero hoy no quiero compartir con ustedes historias sombrías. No les puedo mentir, porque en el Ward 2, la muerte se aparece invariablemente todas las semanas. Sin embargo, en medio de la desesperanza he aprendido a apreciar las cosas simples y a disfrutar de ellas, incluso encerradas entre las murallas de concreto del KDH.

Joyline con tan sólo once años vive con SIDA y conoce su enfermedad. Es muy probable que desde su mirada infantil la visión que ella tiene sea muy diferente a la de su madre, cuyo esposo falleció a causa de la misma enfermedad hace cinco meses dejando como única herencia el virus en su sangre y un nuevo vástago en su vientre. La pequeña lleva dos meses hospitalizada en el KDH por una desnutrición severa y su menuda existencia se ganó mi corazón porque desde mi primera semana en el hospital y con asombrosa persistencia vigila mis pasos. Un día, cuando yo ya llevaba más tiempo asistiendo al KDH, se armó de valor y me tomó la mano y cuando se dio cuenta de que no había razón para tenerme miedo se quedó a mi lado el resto de la ronda. Desde entonces me espera pacientemente los Jueves y Viernes de cada semana y desde su cama, la última en la tercera sala al fondo del Ward 2, sigue atenta todos mis movimientos y cuando me acerco corre a buscarme y me arrastra hasta su cama, nos sentamos y tomados de la mano nos regalamos sonrisas mientras ella acosa a su madre con preguntas.

Hoy, al finalizar la ronda, nos sentamos en su cama y Joyline como es costumbre, comienza a interrogar a su madre en swahili y esta vez, puedo ver como el rostro de la mujer se ensombrece “Mi niña quiere saber si el doctor blanco puede curar el SIDA” y mientras intento dar con una respuesta apropiada me observa con detención No puedo curar el SIDA pero puedo tratarlo”. Parece que esta respuesta no satisface su curiosidad infantil y luego de unos minutos la madre me dice “Mi niña quiere saber si ya que no la puedes curar a ella, puedes curar a su hermano” y sonriendo le respondo “Si tu madre se toma la medicina, entonces tu hermano nunca tendrá SIDA” y entonces la mujer me mira confundida y me doy cuenta de que algo de lo que he dicho la ha perturbado de alguna manera. Luego de una breve conversación entre la madre y la hija, Joyline me abraza y me regala una desdentada sonrisa.

Joyline sonriendo
Cuando salgo de la sala busco la ficha y me entero de que la madre se ha negado a usar las drogas en ella y en Joyline. En un apartado aparece mencionado que está pendiente realizar educación a la madre y entonces comprendo la expresión de asombro en su rostro. Es probable que hoy sea la primera vez que alguien le explica que el hijo que viene en camino puede nacer sano si ella acepta comenzar a usar las drogas.

No se cómo, pero desde que llegué a este lugar, he aprendido a que la comunicación entre dos personas se puede desarrollar a diferentes escalas y que algunas veces sobran las palabras pero otras veces, son esas mismas palabras las que pueden marcar la diferencia.

Sábado 25 – 08 – 2012 

Hoy me levanto temprano porque debo limpiar la casa. Es tanto el desorden que existe que no importa cuánto tiempo destine a ordenar y limpiar, siempre que termino pareciera que nada hubiese cambiado. Lo que sucede es que aún no han retirado todas las cosas que estaban almacenadas acá y por el momento sólo puedo ocupar el baño y mi dormitorio porque el resto es territorio de las cucarachas y tenemos un acuerdo tácito: yo no me entrometo en sus asuntos y ellas no se entrometen en los míos.

En la tarde voy a Roof Top y luego de comer algo, me quedo sentado escribiendo y estudiando hasta que comienza a oscurecer. Entonces vuelvo a casa y me decido a ver una película de Bollywood. ¿Qué es lo que tanto me gusta del cine indio?

La India es el país del mundo que más películas produce al año. Bollywood es el nombre con el que popularmente se conoce a  la industria del cine de este país. El término fue acuñado en los 70 y es un juego de palabras entre Bombay y Hollywoodel centro de la industria cinematográfica de los Estados Unidos. Sus producciones son un espectáculo lúdico en el más puro sentido de la palabra, una fiesta en la que todos los géneros, acción, drama, comedia y romance, se pueden dar cita en la misma película y en la que sus protagonistas tan pronto luchan y lloran como cantan y mueven la cintura a ritmo del pop indio, suplantando las inexistentes escenas eróticas con policromos números musicales de indudable encanto pero dudoso gusto, que pueden causar un daño irreparable en las sufridas retinas del espectador occidental menos avezado. 


Esta noche es el turno de “Jhootha Hi Sahi”  película que cuenta la historia de Sihhdharth, un indio que vive en Londres. Sid lleva una tranquila vida junto a sus amigos con los que tiene una librería y su novia Krutika, azafata de vuelo. Pero desde que por error el teléfono de su casa se imprimiera en los folletos de Dost India, una asociación donde voluntarios ayudan telefónicamente a los indios residentes en Londres cuando se encuentran solos e incluso al borde del suicidio, numerosas personas comienzan a llamar a Sid para pedir ayuda cambiando su vida de la noche a la mañana. ¡Muy recomendable!

El afiche de "Jhootha Hi Sahi"

Domingo 26 – 08 – 2012  

Me levanto tarde luego de haberme quedado de madrugada viendo películas de Bollywood en el computador y me paso el día en Roof Top escribiendo para mi blog. Hace tiempo que no me sentaba a escribir y ya comenzaba a olvidar lo mucho que disfruto haciéndolo.

En la tarde llamo a mi amiga Melany y hablamos un buen rato por teléfono y al despedirnos está implícita la promesa de una nueva llamada. ¡Qué afortunado me siento de tener tan buenos amigos! Como Roof Top me permite usar internet gratis puedo hablar con la gente que tengo en Chile pero lamentablemente mis padres y muchos de mis amigos no tienen la aplicación en sus teléfonos celulares para poder llamarlos a todos.

Cuando el sol comienza a esconderse en el horizonte recibo una llamada de Jay “Hola hermano! ¿Dónde has estado todo este fin de semana? Te estoy llamando para contarte que estamos todos acá en Green Garden. ¡Más te vale que vengas en seguida sino pasaremos por ti y te traeremos aunque tengamos que arrastrarte hasta aquí!” y entre risas acepto y termino en Green Garden tomando una cerveza bien helada mientras afuera entre truenos y relámpagos nuevamente comienza la lluvia. Es la cuarta vez esta semana y es seguro que no trae nada bueno para la próxima.

miércoles, 29 de agosto de 2012

OCTAVA SEMANA EN ÁFRICA


Lunes 13 – 08 – 2012 

Me levanto temprano y me voy a Roof Top a terminar con mi informe. Es increíble como cuando uno se concentra tanto en algo el tiempo se vuelve relativo y que las horas se convierten segundos. No me muevo del lugar hasta que el informe está completo y cuando miro la hora me doy cuenta de que son más de las seis de la tarde y el sol comienza a esconderse en el horizonte mientras su reflejo cuprífero ilumina las aguas del lago Victoria ¡Increíble!

Vista del atardecer desde Roof Top
Martes 14 – 08 – 2012 

Hoy me he quedado en cama. Los problemas desde que llegué acá me parecen demasiado pesados para levantarme y cargar con ellos todo el día. Estoy molesto y necesito una pausa para detenerme y pensar bien en todo lo que me está pasando. ¿Qué es lo que me molesta? ¿Quiero realmente estar acá? ¿Quiero trabajar en un lugar dónde mi energía se malgasta en resolver problemas que nada tienen que ver con aquello que realmente me motiva?

Hoy me cuesta trabajo pensar con claridad y no logro conciliarme conmigo mismo. Una parte de mi quiere seguir intentando y la otra está claudicando. Necesito volver atrás. Necesito entender mis motivaciones y sacarlas del oscuro lugar dónde ahora se encuentran.

Hoy quiero cerrar los ojos y viajar. Quiero caminar por las calles de Santiago. Quiero sentir el frío de Punta Arenas calando mis huesos. Quiero hundir mi rostro en el pecho de mi madre y sentir su calor.

Hoy es un día para olvidar o tal vez no. Acostado en mi cama recibo un mensaje de mi querida amiga Pamela “Ánimo amigo, los días malos son de acá y son de allá” y siento cómo mis dos mitades se unen y vuelven a ser una sola. Estoy aquí con un propósito y no pienso volver hasta que no lo haya cumplido.

Miércoles 15 – 08 – 2012 

Nuevo día con nuevos aires. Preparo mi bolso para ir a Rota y llevo conmigo la cámara fotográfica.  El camino si bien es el mismo de todos los Miércoles, siempre tiene algo nuevo que ofrecer y no me equivoco, porque esta vez, mientras me abro paso entre la hierva salen a mi encuentro muchos más niños que lo habitual, probablemente porque la escuelita de Rota ha cerrado sus puertas, dando así comienzo a las vacaciones escolares.

Niños de Rota

En el dispensario hay más movimiento del habitual. Las madres comienzan a llegar con sus pequeños desde temprano y a media mañana aparece Christine y es sorprendente recordar lo diminuta que era hace tres semanas y como ha crecido poco a poco. No importan mis intentos por lograr acercame a ella, me sigue teniendo gran miedo y llora desconsoladamente cada vez que intento tomarla en brazos para examinarla.

Entre los pequeños hay una niña que no había visto antes. Su nombre es Ruby y está severamente desnutrida. En su cuerpo cansado se dibujan las curvas de un pequeño esqueleto, hueso por hueso y su piel está cubierta de úlceras a causa de las escasas defensas que posee su organismo. Su madre, como es habitual en el dispensario, se niega a llevarla al hospital por lo que inicio el tratamiento y le entrego los suplementos esperando volver a verla la semana que viene.

Ruby en la balanza
Cuando ya son cerca de las 15:00 doy por concluido otro día de trabajo en el Programa de Nutrición. Miro el libro y me doy cuenta de que los registros están muy desordenados. Desde que Andrea se fue, el programa funciona como todo acá en África, con mucha voluntad pero poca metodología. No tiene caso intentar cambiar todo un sistema que lleva años funcionando así, sólo porque uno considera que puede mejorar.

Me he dado cuenta de que para poder estar en África debo aceptar muchas cosas con las cuales no estoy de acuerdo y desde la aceptación, intentar trabajar por mejorar lo que se pueda mejorar. Es así, que decido comenzar a registrar la información del Programa de Nutrición en la computadora, con la intención de no modificar la forma en que se realiza el registro en el dispensario. La enfermera a cargo del centro, Jennifer, me agradece la iniciativa y acordamos comenzar la semana siguiente a introducir los datos a la computadora.

Jueves 16 – 08 – 2012  

Es otro día en el KDH y llego temprano. Ya ha quedado atrás el temor inicial de no ser bien recibido y me siento cómodo trabajando en el hospital. Son las 8:00 de la mañana y mientras dejo mi bolso en la primera sala me doy cuenta de que la pestilencia envuelve el aire. Busco entre las enfermeras y los alumnos algún indicio que me muestre dónde está el origen de aquel olor a podredumbre, pero todos parecen estar ocupados en sus actividades habituales. Entonces, torpemente doy unos pasos y mis pies chocan con algo. Miro hacia el suelo y la veo, no debe tener más de diez años, su cuerpo descansa sobre una improvisada camilla hecha con dos varas metálicas y una vieja tela de color azul mientras las moscas vuelan sobre ella. Sus ojos abiertos y sin vida es lo último que logro ver antes de que dos funcionarios del hospital la cubran y se la lleven mientras los rostros impasibles de los niños y sus madres observan la escena.

Comienza otra mañana en el KDH y mientras todos están ocupados en preparar a los pacientes para la visita de la pediatra yo aún puedo sentir el olor a muerte en el Ward 2 ¿Se trata de un mal presagio?

La pediatra aparece a eso de las nueve de la mañana dando inicio a la ronda habitual. Vamos pasando cama por cama y en cada una nos detenemos para evaluar a cada uno de los niños que están ahí por diferentes motivos.

La primera cama la ocupa un niño de unos 10 años. Su nombre es Kevin y no hay otros niños compartiendo la cama con él. Eso es algo poco habitual aquí, pero la doctora piensa que podría tratarse de una meningitis y no puede compartir la cama con nadie pues podría ser contagioso. “No podemos hacer la punción lumbar porque el laboratorio del hospital no hace análisis del líquido y necesitamos iniciar el tratamiento antibiótico lo antes posible” me explica la doctora mientras caminamos hacia la siguiente cama.

En la mitad de la visita llegamos a una cama dónde se encuentra un niño de dos años visiblemente en mal estado. Su piel está cubierta de sudor y es evidente que respira con mucha dificultad. La madre se comporta de manera extraña y cuando la pediatra se acerca al pequeño para examinarlo, desaparece. El paciente lleva más de cinco días en el hospital. Es un caso severo de malaria y según el registro médico debería estar mejorando. Entonces, la doctora toma el historial y lo revisa detenidamente. Luego de una discreta mejora el paciente comienza a empeorar y lleva así los últimos dos días.  “¿Alguien me puede explicar qué ha sucedido con este pequeño? ¿Dónde está la madre?” pregunta pero nadie responde. Una mujer que comparte la misma cama con la madre del paciente se decide a hablar y mientras palabras incomprensibles para mí salen de sus labios veo como el rostro de la doctora se llena de preocupación. “La madre del pequeño, aconsejada por otras mujeres de su villa, le ha dado a beber al paciente una infusión hecha con unas hojas que obtuvo de unos árboles” me explica la doctora y luego agrega  “Se trata de una intoxicación herbal. El paciente está con una insuficiencia hepática y renal aguda. Se está muriendo. Necesito que se muevan rápido y hagan algo.” y dicho esto continúa la visita mientras yo me quedo de pie frente a la cama del pequeño sin saber si seguirla o hacer algo al respecto.

Tomo al pequeño en brazos y lo llevo hasta la cama dónde se encuentra el oxígeno y comienzo a moverme con torpeza tratando de buscar entre los estantes una mascarilla. La doctora que está a cargo de la sala me ayuda mientras intenta con dificultad instalar una vía venosa. Cada minuto que pasa el paciente empeora y yo sigo sin dar con la mascarilla en medio de todo ese desorden. Luego de 10 minutos el pequeño comienza a ahogarse “¡Necesito que alguien me ayude!” dice la doctora  pero los alumnos y las enfermeras no responden. Entonces comenzamos a masajear su pecho y luego de unos minutos el paciente muere y con su pequeño cuerpo sin vida todavía tibio en mis brazos levanto la vista y veo a su madre y en una fracción de segundos su boca se tuerce y su rostro se convierte en una máscara africana.

La mujer sale corriendo hacia los jardines del KDH y mientras sus gritos resuenan en las paredes del Ward 2 todo vuelve a la normalidad. La ronda médica continúa pero yo decido salir a buscarla. La encuentro a unos metros de distancia, revolcándose en la tierra mientras sus gritos desgarradores ensombrecen la soleada mañana. Camino hacia ella bajo la mirada atenta de las demás personas que se juntan en pequeños grupos y observan la escena desde lejos murmurando en su incomprensible idioma a mis espaldas. No se exactamente cuanto tiempo pasa pero me quedo con ella, arrodillado tomando su mano hasta que sus gritos se apagan. Entonces me mira a los ojos y me pregunta “¿Por qué mi Dios me quita lo más preciado que tengo?” y mientras se incorpora del suelo y se sacude la tierra sigue preguntando al cielo “¿Por qué?” deseo hacer algo más por ella pero decido respetar su dolor y vuelvo a la sala dónde al parecer nadie ha notado mi ausencia y la ronda continúa como cualquier otro día Jueves y no dejo de preguntarme como es posible tanta indiferencia ante la muerte. ¿Dónde está la respuesta? En el origen de la muerte.

EL ORIGEN DE LA MUERTE

Al principio no había muerte. Ésta historia de la tribu Masai narra cómo llegó la muerte al mundo. Hubo un hombre llamado Leeyio, el primero puesto por Naiteru-Kop en la tierra. Leeyio fue llamado por Naiteru-Kop y recibió las siguientes instrucciones “Cuando un hombre muera, deberás preparar su cuerpo. Recuerda que siempre habrás de decir Muera el hombre, mas regresará; muera la luna y en lo remoto permanecerá”.

Pasaron muchos meses antes de que nadie falleciera. Cuando, finalmente, la muerte llegó al hijo de un vecino, avisaron a Leeyio para que preparase las honras fúnebres. Mientras esto hacía, recitó las palabras que le habían sido transmitidas. Pero cometió un error y dijo “Muera la luna, mas regresará; muera el hombre y en lo remoto permanecerá”. Después de esto, nadie sobrevivió a su propia muerte.

Transcurrió el tiempo y fue el hijo del mismo Leeyio quien encontró el fin. El entristecido padre, más meticuloso en esta ocasión, recitó con cuidado “Muera el hombre, mas regresará; muera la luna y en lo remoto permanecerá”. Al escuchar estas palabras, respondió Naiteru-Kop “Ya es demasiado tarde. El día que te confundiste nació la muerte entre vosotros". Desde entonces, ningún humano regresa de la muerte. Desde entonces es la luna quien, tras desaparecer, regresa al mundo de los vivos.

La muerte acecha todos los días en el Ward 2
En África la muerte está presente a cada momento y este día me recuerda que si quiero vivir en el continente negro debo aprender a convivir con la muerte y hacerla parte de mi vida. Como dice el cuento Masai nuestro cuerpo deja de existir, pero permanecemos en lo remoto y la bella luna sale cada noche para recordarnos esto.

Viernes 17 – 08 – 2012 

Llega un nuevo día y otra semana se acaba. En el KDH la ronda comienza temprano porque los días Viernes no suelen venir las doctoras y los alumnos deben tomar decisiones por su cuenta. Pero ahora que estoy yo, me convierto en blanco de las preguntas y siento que para muchas de sus interrogantes no tengo una respuesta porque se trata de enfermedades que en Chile no existen.

Comenzamos la ronda rodeando la cama de Kevin y veo que no se encuentra bien “¿Qué sucede?” pregunto con curiosidad “Kevin ha estado convulsionando desde anoche” me explica uno de los alumnos. El pequeño había sido hospitalizado por una meningitis pero el problema es que la meningitis no suele provocar convulsiones a menos que exista compromiso cerebral. Me acerco a Kevin y lo examino. Todo indica que la infección está en el cerebro. El pronóstico no es bueno y hay que comunicarle esto a su madre “¿Quién es la madre de Kevin?” pregunto algo confundido porque hay varias mujeres junto a su cama “Su madre murió de SIDA hace tres años doctor” me dice uno de los alumnos y me muestra su registro médico dónde se confirman mis sospechas, Kevin está contagiado. 

El SIDA mata diariamente a 6.000 personas en África, más que cualquier guerra, hambruna o desastre natural. Millones de niños son huérfanos a causa de este mal y mucho de ellos son seropositivos. En Kenya cada año 22.000 niños se contagian y hoy por hoy me toca ser testigo de cómo Kevin pasa a formar parte de esa larga lista.

El día es agotador y cuando pasado el mediodía veo a la doctora ingresar al Ward 2 me siento aliviado porque podremos consultar aquellas dudas que tenemos y buscar la mejor forma de sacar adelante a  todos los pacientes, en especial a Kevin.

Tan triste como cierto.
Sábado 18 – 08 – 2012 

Comienzo a organizar todas mis cosas para el cambio de casa ¡Qué increíble es estar haciendo todo esto! Preparar los bolsos es raro porque no lo hacía desde hace algún tiempo y tal vez no les he mencionado esto, pero toda la vida he sido un completo desastre cuando se trata de empacar. Una vez que mi equipaje ya está listo es el turno de limpiar la habitación y el baño. Es una tarea simple pero me lleva más tiempo del habitual y cuando termino ya es tarde y el cielo comienza a oscurecer.

Se supone que el cambio de casa será hoy pero las nubes grises amenazan con cambiar los planes y luego de unos minutos comienza la tormenta eléctrica y termino viendo películas de Bollywood en mi dormitorio con mis maletas en la puerta mientras afuera el cielo se cae a pedazos

Domingo 19 – 08 – 2012 

Es Domingo y ya es mediodía. Todas mis cosas están desperdigadas en la sala de estar de la casa de Keneth y Lily y yo espero que mis amigos vengan por mí para subir todo al auto y cambiarme de casa. Cerca de las cuatro de la tarde recibo un llamado y luego de treinta minutos Agu se encuentra afuera y mientras me ayuda a subir las cosas a la camioneta me despido de todos con la promesa de no perder el contacto.

Luego de un pequeño recorrido llegamos a la nueva casa en Busia Road, en el sector de Milimani y el lugar dónde espero vivir el resto de mi estadía acá en África. Una vez adentro me espera Shahiz que me ayuda a llevar el equipaje.

La casa ha estado durante meses ocupada con cachureos de la familia y en su interior hay tantas cosas que cuesta trabajo adivinar el color de las murallas. Por dónde miro hay cucarachas y mientras camino se van ocultando de mi vista en uno de los miles escondites que existen entre medio de tantas cosas olvidadas. Mientras dejo mi equipaje en el único espacio libre en el suelo Shahiz adivina la preocupación en mi rostro y me dice No te preocupes que hoy dormirás en nuestra habitación para las visitas y mañana pondremos todo en orden para que puedas dormir en tu nueva casa”  y luego de conversar acerca del arriendo me entrega las llaves y voy al supermercado a comprar todo lo que necesitaré para limpiar la casa y mientras me detengo a decidir cual insecticida voy a comprar me viene un ataque de risa “Lo que necesito no es un insecticida, es un exterminador de plagas” y resignado pero con una sonrisa en el rostro termino comprando el que parece más efectivo.

Mi enemigo declarado
En la noche la familia de Shahiz me espera con cena de bienvenida con lo mejor de la cocina India y me voy a dormir con el estómago lleno y mientras el sueño comienza a vencerme pienso en todas las cosas que tengo que hacer para poner la nueva casa en orden.

Es extraño marcharse  del lugar que fue mi  casa durante dos meses pero como dijo el escritor español Antonio Gala “Una casa es el lugar dónde uno es esperado” y en esa frase  se encierra  una gran  verdad. Porque  casas tengo  muchas y  puedo decir  con certeza que en cada una de ellas alguien me espera con los brazos abiertos.

miércoles, 22 de agosto de 2012

SÉPTIMA SEMANA EN ÁFRICA


Lunes 06 – 08 – 2012  

Estar sin Francisca y Andrea parecía tan lejano. Hace seis semanas no me hubiese creído capaz de sobrevivir ni un solo día en África sin un compañero o una compañera con quién compartir lo bueno y lo malo de este bello lugar. Sin embargo acá estoy.

El Lunes es un día flojo. Se suponía que saldría a comprar un lente nuevo para mi cámara porque el que tenía se estropeó al caerse de la cama. La cámara toma fotos sólo en el modo manual, pero la mayoría salen desenfocadas y por esa misma razón no he tomado fotografías esta última semana. Sin embargo, salir solo en Nairobi no es algo que de momento me acomode. Me siento inseguro y vuelo a experimentar esa sensación de indefensión de mi primera vez en el aeropuerto de Johannesburgo. Finalmente decido quedarme en el hostal. El resto del día me lo paso escribiendo y poniendo mis pensamientos en orden.

Por la noche el hostal se llena con las risas de sus ocupantes. Salgo de mi ostracismo y voy por una cerveza con la idea de entablar conversación con alguien, pero todos están muy ocupados en sus asuntos. Me consuelo con el cariño incondicional de Scooby, el perro que vigila el hostal y que me acompaña a cambio de unas palmadas en su lomo. Cuando mi botella se vacía vuelvo al dormitorio. Necesito descansar porque me esperan muchas horas de viaje.

Scooby


Martes 07 – 08 – 2012  

Me levanto temprano y voy por una ducha caliente. Mi bus sale a las 9:00 de Nairobi rumbo a Kisumu. Será un viaje largo así que preparo mis cosas y pido algo para desayunar: huevo frito, tocino y panqueques con jarabe. ¡Qué desayuno!

A las 7:30 desde la recepción me avisan que mi taxi me espera y me despido de Milimani Backpackers con la idea de que, quizás, la próxima vez que vuelva a este lugar sea para buscar a Simone y Pilar, las nuevas voluntarias que llegan en Octubre.

El taxi me pasea por las laberínticas calles de la capital hasta que diviso el terminal de Easy Coach. Será la primera vez que haga este viaje por mi cuenta. Pienso en eso mientras me subo y acomodo mis cosas. Una vez que el motor arranca con su estrepitoso rugido comienza a sonar la música africana de siempre a todo volumen y por la ventana, veo como la gran ciudad va desapareciendo ante mis ojos para dar paso a la verde vegetación.

Saliendo de Nairobi a tan sólo unos kilómetros de distancia se encuentra el Great Rift Valley una enorme fractura geológica cuya extensión total es de 4.830 kilómetros en dirección norte-sur desde Yibuti a Mozambique. El Gran Valle comenzó a formarse en el sureste de África hace unos 30 millones de años y sigue creciendo en la actualidad, tanto en anchura como en longitud, debido a que los temblores y la lava bajo tierra contribuyen a su constante crecimiento. De esta manera, en 10 millones de años África se habrá fragmentado en dos continentes dando origen a un nuevo océano.

Rift Valley 
En Kenya y Tanzania el valle se divide en dos. El lado este acoge en su interior grandes extensiones de sabana por las que se mueven enormes manadas de mamíferos, mientras que en el oeste, en cambio, existen grandes extensiones de selva africana dónde pueden verse chimpancés y gorilas, entre otros animales. Es aquí dónde se eleva la montaña más alta de todo África: el Kilimanjaro.

El bus va bordeando el Great Rift Valley por alrededor de 10 minutos y desde mi ventana puedo ver como el verde del valle se pierde en un abismo de varios metros de profundidad rodeado de espesa vegetación. Una vista hermosa pero no apta para quienes sufren de vértigo. Dejando atrás esta bella formación geológica nos introducimos en plena sabana dónde puedo ver a los impalas saltando gráciles entre los arbustos. En la mitad del viaje el paisaje vuelve a cambiar dando paso a las verdes praderas sembradas de plantaciones de té dónde mujeres vestidas de vivos colores y cargadas con sendos canastos en sus espaldas van recolectando pacientemente las hojas que más adelante darán vida a la ambarina bebida. ¡Quisiera poder compartir estos maravillosos lugares con tanta gente!

El bus se acerca a Kisumu y el cielo se va cerrando en una muralla gris hasta que de pronto, salido de la nada, el primer trueno anuncia el aguacero. El resto del viaje la lluvia cae furiosa y agudizando el olfato puedo sentir el aroma de las hojas de té y de la tierra mojada. Es el aroma de África.

Son las cinco de la tarde  cuando llego a Kisumu y me voy directo a Roof Top. Necesito comer algo y no quiero llegar aún a casa y encontrarme con una habitación demasiado vacía sin la voz de Francisca llenando los rincones. En Roof Top me encuentro con Mariana y Paloma y me quedo conversando con ellas que me cuentan que dejarán la ciudad en unos días. Son mis últimas conversaciones en español en mucho tiempo y no quiero que se acabe el día. Cuando comienza a oscurecer llega el momento de despedirse. Acordamos vernos en algún punto del mundo en el futuro. Cuando la noche cae, vuelvo en silencio en un Tuk-Tuk a mi casa con toda la información recopilada por Mariana y Paloma en su trabajo para la Universidad de Columbia en mi computador.

Llego a casa cuando ya son más de las 22:00.  Una habitación vacía sin nadie que me pueda hacer compañía. Pienso que en algún momento deberé abandonar este lugar para trasladarme a otro más cómodo y con mayor independencia. Pienso que esto es lo que es y no tiene sentido darle más vueltas al asunto ¿Qué importa? Estar en África es lo que quiero y sabía antes de venir que tendría que pagar un precio. Vale la pena el sacrificio cuando voy a trabajar cada mañana.

Miércoles 08 – 08 – 2012  

Hoy es otro día de trabajo en Rota. Nuevamente debo caminar varios kilómetros para llegar hasta el dispensario y esperar otro tanto para comenzar la rutina diaria. Trabajar en el Programa de Nutrición se vuelve a veces una tarea tediosa porque los avances son lentos y desde el distrito cambian semanalmente las instrucciones de cómo proceder con los documentos.

Comienzo el día cansado pero cuando me concentro en los pequeños que están creciendo poco a poco cada semana siento que todo lo que estoy sacrificando por estar acá vale la pena si logro que al menos uno de ellos mejore. Es eso lo que sucede con Christine que cada semana me vuelve a sorprender con sus avances. Son pequeños logros pero me llenan el corazón de alegría y me dan las energías para seguir caminando.

Christine cada semana mejorando un poco más.
Jueves 09 – 08 – 2012  

Es mi primera vez en el KDH luego de dos semanas alejado del hospital. Mi regreso es temeroso porque no se si mi ausencia habrá sido notoria entre el personal y si seré bien recibido. Me siento junto a las enfermeras, las únicas trabajando en el Ward 2 a esas horas. Me saludan brevemente y continúan en sus labores.

Estando sentado una mujer entra gritando estrepitosamente en la primera sala con una niña en sus brazos. Las enfermeras intercambian miradas y le indican que se siente, se calle y espere. La madre obedece, guarda silencio y se sienta a una distancia dónde puedo ver a la pequeña que respira con mucha dificultad y tiene su frente bañada en sudor. El tiempo transcurre lento y las agujas del reloj avanzan implacables resonando a esas horas de la mañana en el silencio de la sala.

La espera me resulta insoportable y finalmente me levanto de mi asiento y decido a hacer algo al respecto. Comienzo a buscar entre las estanterías de la sala un termómetro hasta que finalmente doy con uno y me acerco a la pequeña. La madre adivina mis intenciones y pese a que no podemos comunicarnos me ayuda a examinar a su hija. Está febril y en sus diminutos pulmones entra el aire con mucha dificultad. Mientras me muevo con torpeza las enfermeras me miran silenciosas sin dejar de ocuparse de su trabajo. Una de ellas me dice “¿Necesitas algo?” y yo agradecido por el gesto le pregunto “¿Tenemos algo para nebulizar a esta paciente?” entonces ella se mueve con diligencia y me ayuda a dejar a la niña en una pequeña silla cerca de un balón de oxígeno. En eso comienzan a llegar los internos y al verme ocupado con la pequeña, dos de ellos me echan una mano y luego de unos minutos ya se encuentra estable.

La mañana continúa con la ronda habitual, cama por cama, viendo cómo están los pacientitos y tratando de ir solucionando sobre la marcha los problemas que van surgiendo. Así van transcurriendo las horas y veo que puedo ser útil en pequeñas cosas y me voy sintiendo incluido en un grupo que, en un principio me pareció cerrado. Todo esto me da mucha alegría.

Por la tarde comienzo a ordenar la información que he recopilado para comenzar a trabajar en los nuevos proyectos. Me toma bastante tiempo pero me distrae. Ha sido un día bien trabajado y eso me pone contento.

Viernes 10 – 08 – 2012  

Los Viernes siempre traen la promesa de un descanso y esa promesa es el combustible que nos permite terminar la semana lleno de energía. Este Viernes estoy dedicado a preparar el primer informe para Africa Dream. Me gusta tener la oportunidad de poder hacer algo distinto y aprender en el camino y es en este tipo de actividades, en las cuáles no tengo experiencia, dónde más a gusto me siento.

La tarde cae y no me doy cuenta del paso de las horas enfocado en completar esta tarea. Reviso mi trabajo y con satisfacción veo que he avanzado mucho más de lo que me tenía propuesto.

En la noche recibo una llamada de Jay que me invita a salir y distraerme un poco. Acepto y nos vemos en Roof Top. Es día Viernes y una multitud de personas se pasean por la azotea del edificio intercambiando conversaciones en distintos idiomas dónde la música suena fuerte. Mientras compartimos una cerveza Jay me cuenta que viajará por el fin de semana a Eldoret dónde su primo tiene que organizar un matrimonio sikh “¿Quieres acompañarnos? Es cerca, son sólo unas horas de viaje en auto” y ante la posibilidad de conocer un poco más este bello país acepto sin pensármelo dos veces.

Termina la noche y por la madrugada, acostado en mi cama imagino las calles de Eldoret y no puedo esperar hasta mañana por la tarde para poder viajar.

Sábado 11 – 08 – 2012  

Es Sábado y Jay y Zamil pasan a buscarme por la tarde para partir a Eldoret. Llevo un pequeño bolso y pese a que me dijeron que hacía frío y que debía llevar una chaqueta para la noche no me lo creo y sólo meto un sweater delgado ¿Qué tanto frío puede hacer en Kenya?

El viaje es hermoso. Tomamos una ruta que yo no conocía, en dónde las numerosas plantaciones de té van llenando el auto con su particular fragancia.  Luego de dos horas de viaje la lluvia nos recibe en la ciudad y puedo sentir, por primera vez desde mi llegada al país, algo de frío.

Eldoret es un ciudad al oeste de Kenya, en la provincia de Rift Valley y pese a ser menos poblada que Kisumu, al entrar te encuentras con un lugar mucho más grande en apariencia. Por sus calles de tierra transitan los vehículos levantando polvo a su paso y cada tanto, se pueden ver edificios con pequeños balcones en dónde sus anónimos habitantes cuelgan la ropa.

Los edificios de Eldoret.
El auto de Jay da varias vueltas por calles que yo no conozco. Es de noche y en medio de la oscuridad es difícil ver en dónde estamos hasta que llegamos a un lugar muy iluminado y rodeado por elevadas murallas. Se trata de la Unión Sikh, el lugar de la ciudad dónde se reúnen los seguidores del sijismo, una religión que nace en la India como resultado del conflicto entre las dos religiones imperantes en ese país: el hinduismo y el islamismo. El número de sijes en el mundo se estima en varios millones, lo cual hace del sijismo la quinta religión mundial ¿Increíble no? Nunca había escuchado hablar de ellos antes de mi viaje a África. La religión es monoteísta y cuenta con un decálogo que se parece en varios puntos al de la religión católica. Los sijes practicantes deben llevar siempre consigo los artículos de fe, que son cinco:

               Kesh: pelo largo sin cortar.
               Khanga: pequeño peine de madera para recogerse el pelo.
               Kara: brazalete metálico.
               Kacha: ropa interior de algodón.
               Kirpán: espada ceremonial (en realidad, no es más que una pequeña daga).

El Club Sikh cuenta con bellos jardines y un pequeño edificio de cinco plantas. En el interior del lugar Ram, el primo de Jay está poniendo todo en orden. Mientras paseo por el club mi estómago comienza a rugir estrepitosamente y como veo que nadie más parece estar pensando en comer pregunto “¿Alguien quiere comer algo?” y todos se miran y responden levantando los hombros mientras mastican mirra, una práctica común y muy extendida en Kenya. Me parece extraño que nadie más tenga hambre y entonces caigo en cuenta de que al masticar mirra, ésta suelta una resina que, entre otras cosas, quita el apetito y reformulo mi pregunta “¿Alguien me puede llevar a comprar algo para comer?” y todos comienzan a reír. Finalmente Agu me lleva al centro de la ciudad dónde no hay mucho para escoger. Termino comiendo pollo asado y papas fritas.

Volvemos al Club Sikh y todos están encerrados dentro de los autos. “Hace mucho frío y estamos esperando que Ram termine de poner todo en orden para ir a algún lugar” me explica Jay mientras el vapor que sale de su boca dibuja extrañas formas en el aire. Yo, que encuentro que el frío no es para tanto, decido llevar la cámara y esperar mientras intento en vano tomar algunas fotografías enfocando el lente manualmente. Estoy en eso cuando me percato de que, de los árboles, cuelgan unas flores muy bellas pero no logro enfocarlas de cerca. ¡Que rabia! Entonces algo molesto giro el lente con fuerza y ¡Crac! Lo primero que se me viene a la mente es “Por idiota acabo de romper el lente” y luego miro por el visor y me doy cuenta de que la flor se ve nítida y que al menos ahora, puedo tomar fotos con el enfoque manual. Me paso la siguiente media hora tomando fotos.

La causa de que mi lente accidentalmente se arreglara.

El altar que recibirá a los novios mañana por la mañana.
Cirio ceremonial.
Terminamos la noche en un lugar llamado Mamma Mia’s dónde nos tomamos unas cervezas y conocemos a gran parte de los invitados al matrimonio de mañana.

Domingo 12 – 08 – 2012  

Me despierto a las 10:00 de la mañana con el sonido de los tambores. Salgo de la cama y me asomo a la ventana todavía algo dormido y puedo ver el cortejo de la novia ingresando al lugar dónde se llevará a cabo la ceremonia en medio de una lluvia de pétalos de rosas. Cuando los pierdo de vista me voy al baño y luego preparo mi cámara fotográfica para salir a dar un paseo a pie por la ciudad y tomar algunas fotografías.

El cielo de Eldoret es único.

Comercio en las calles de la ciudad.
Caminar por las calles de Eldoret, dónde a nadie parece llamarle demasiado la atención el color de mi piel, es extraño. No me siento observado ni siquiera cuando el flash de mi cámara comienza a disparar destellos. Mientras tomo fotografías me doy cuenta  de que en los últimos dos días no he escuchado la palabra “Mzungu” lo cual es completamente inesperado. 

Cuando la mañana da paso al mediodía me reúno con mis amigos y comemos algo antes de emprender el regreso a Kisumu. Vamos a Sirikwa, un hotel en el centro de la ciudad dónde tomamos unas cervezas mientras vemos la maratón de las olimpiadas en Londres. Los primeros lugares de la carrera son ocupados por tres africanos, dos de ellos compitiendo por Kenya y uno por Uganda. Todo parece indicar que Kenya se llevará el oro y la plata, pero en los minutos finales Stephen Kiprotich, quién representa a Uganda, pasa a la delantera obteniendo el oro. Cuando me enteré de que para esta competencia había entrenado en Eldoret no me sorprendió, la ciudad se encuentra a más de 2.000 metros de altura sobre el nivel del mar lo que la convierte en un lugar ideal para que atletas de alto rendimiento se preparen. Me resulta divertido pensar que estoy cerrando las olimpiadas en la ciudad que por tradición entrena a los grandes fondistas de África.

Sirikwa Hotel.

Los jardines interiores dónde vimos la maratón.
El viaje de vuelta lo hacemos en el auto de Jay. Durante las siguientes  horas cantamos con la música tan alto que ni siquiera podemos escuchar nuestras propias voces. Cuando nos acercamos a la ciudad ya son las nueve de la noche y la música se escucha despacio, casi imperceptible. Estamos cansados pero felices por la pequeña aventura. Cuando llego a Riat me bajo del auto, tomo mi bolso, me despido de mis amigos y pienso “¡Al fin en casa!” y entonces me doy cuenta que a tan sólo unos días de cumplir mis primeros dos meses en África, ya pertenezco a este lugar.

Flor en los jardines de Mamma Mia's